A lo largo del siglo XIX la "Maison Verreaux" fue uno de los establecimientos más reconocidos donde adquirir especímenes de animales embalsamados, destacando su afamada colección de aves de todo el mundo. La importancia de este tipo de establecimientos radicaba en acercar la fauna salvaje a ojos de curiosos y estudiosos en una época en la que la fotografía aún no se había desarrollado.
Este peculiar negocio familiar llegó a reunir una colección muy importante de animales disecados. De aquí se abastecieron numerosas entidades, fundamentalmente “gabinetes de curiosidades”, “museos naturales” e instituciones educativas. Era una forma más sencilla y económica de mostrar la diversidad animal que hasta la fecha estaba restringida a los zoológicos, centros que requerían un coste de mantenimiento muy alto.
La casa Verreaux, fundada en París en 1803 por Pierre Jacques Verreaux, llegó a su máximo apogeo cuando se incorporan al negocio sus tres hijos Jules, Édouard y Alexis (alrededor de 1835). Los Verreaux, de profesión taxidermistas, eran una mezcla de naturalistas, aventureros y comerciantes que llegaron a labrarse cierta notoriedad científica.
Según la nota que precede a esta lista de especies (Catálogo de 1849) esta firma de taxidermia era la más vieja de Europa. Es interesante valorar la visión comercial del propietario y firmante, Ed. Verreaux.
Jules Verreaux, de espíritu más aventurero, en asociación con el Muséum national d'Histoire naturelle realizó algunos viajes de recolección para sus tiendas con el fin de reunir una colección importante de animales exóticos: África del Sur en 1818; Tasmania y Australia en 1842. Con su hermano Édouard también realizó viajes al sudeste asiático (China, Cochinchina, Filipinas). Según informes pudo mandar “a casa” cerca de 100.000 piezas.
Édouard, de carácter más comercial, se hace con las riendas del negocio a partir de 1833 (en las etiquetas que portan las piezas figura explícitamente E. Verreaux). Desde su negocio, primero en el 6, Boulevard Montmartre y después en el 9, Pl. du Collège de France, se distribuyen por todo el globo las colecciones que llegan a París desde Sudáfrica, Filipinas o Tasmania.
Tras la muerte de los dos hermanos comienza la decadencia, el negocio cierra a finales del siglo XIX (¿en 1899?). La viuda de Édouard fue vendiendo las colecciones de animales naturalizados. Uno de los compradores fue un veterinario catalán Darder, antiguo director del zoológico de Barcelona, que años después, en 1916, fundaría su propio museo en Banyoles (Girona). Una de sus piezas más afamadas y curiosas es: “El negro de Banyoles” pero esa es otra historia.
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